lunes, 31 de octubre de 2011

Novios plantados por el destino



En el mundo del cine norteamericano existe una raza especial de personajes que no puede faltar en toda comedia romántica que se precie. Son los novios abandonados en el altar, sacrificados en beneficio de la historia de amor con mayúsculas. Hombres y mujeres que aman al o a la protagonista, pero ven truncado su idilio porque el o la protagonista tienen a alguien a quien querer más y mejor. Son el eterno segundo plato de quienes nadie se acuerda cuando acaba la película. Desgraciadamente, hace unos días vi The Adjustment Bureau (en España: Destino Oculto), de un tal George Nolfi que se quedó a gusto pero de verdad. Si a alguien le va el sado-maso y la quiere ver, que deje de leer porque la voy a destripar: resulta que Matt Damon es un político de éxito a punto de ganar las elecciones para ser senador de no sé dónde (de esos que luego acaban de presidentes), y conoce a una misteriosa chica en un inverosímil encuentro fortuito en el lavabo de caballeros. Tras otro encuentro casual, el tío decide que es la mujer de su vida, peeeeero... hay unos tipos que vienen a ser los ángeles que rigen nuestros destinos a las órdenes de un tal Chairman, o sea Dios, para entendernos, y que no pueden dejar que Matt Damon acabe con la chica porque sería el fin de las carreras profesionales de ambos (¿¿¿???) En definitiva: un truño como una catedral, con un asqueroso tufillo a moral judeocristiana, aderezado con esa competitividad y ansia de triunfo que tanto caracteriza a la sociedad estadounidense. Un film simplón cuyo guión podría haberlo escrito un chaval de 14 años. ¿Y por qué cuento todo esto? pues porque al final, la chica, que está a punto de casarse con un muchacho estupendo, le deja plantado en el altar, con cara de bobo, por Matt Damon.

Y esto no es todo. Ayer vi The Hangover II (Resacón en Las Vegas II), secuela de una película de la que me declaro fan absoluta y cuya segunda parte no me decepcionó; sin embargo, hacia el minuto 90... el imprescindible discursito del prota al papá de la chica que va a ser su suegro, los amigos mirándole embelesados... momento tierno donde los haya, el suegro que acepta al yerno y todos felices. ¿Por qué? ¿Por qué aunque la película sea un desfase absoluto, llena de las barbaridades más variopintas, al final tienen que joderlo todo con una escena pastelera? Hollywood... esa fábrica de sueños... esa factoría de clichés... y para cliché cinematográfico, uno en el que quizás nunca hayáis reparado: los tíos duros que se alejan de una explosión sin mirar atrás, que retrata a la perfección The Lonely Island, de Andy Samberg, en este vídeo. no tiene desperdicio.

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