sábado, 16 de abril de 2011

El punto de vista de May Kasahara


"La gente pato que hay aquí tiene unas patas monas y planas de color naranja, como las botas de agua de los niños de primaria, pero parece que no están hechas para caminar sobre el hielo, todos resbalan. A veces se caen de culo (...) Así que el invierno no debe de ser una estación muy divertida para la gente pato (...) pero no creo que vayan echando pestes (...) Parece que disfrutan de la vida, incluso en invierno, rezongando: '¡Uff! Otra vez el hielo ¡Qué le vamos a hacer!' A mí me gusta la gente pato."

Quien habla es May Kasahara, una chica de 17 años que trabaja en una fábrica de pelucas en las montañas al norte de Japón. Pasa el día entero insertando cabellos uno a uno con una pequeña aguja, dice que este trabajo la ayuda a no pensar. Su novio murió en un accidente de moto por su culpa y cree que sus padres son tan inteligentes como una rana. No es una persona muy equilibrada, May Kasahara, pero al mismo tiempo su discurso emana una lucidez poco común en una chica de su edad. Escribe cartas, más de 500, al señor pájaro-que-da-cuerda, su único amigo, y es mi personaje preferido del libro de Haruki Murakami Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo. Un sugerente título que encierra en sus casi 700 páginas una de esas historias donde lo real y lo onírico se entrelazan, sin dejar al mismo tiempo de ser un fresco de la realidad cotidiana de Tokio en los años 80.
Hace años que un amigo me había recomendado esta lectura y la tenía aparcada. Hace poco más de un mes me puse con él, y el terremoto de Japón me pilló sumergida, casualmente, en el imaginario de Murakami. Después vinieron días de estar pegados a la NHK y la BBC, y al fantástico blog Notas de Fukushima, gracias al cual no tengo absolutamente nada que decir sobre lo que está pasando en Japón. Para qué hablar del tema si hay gente que lo está haciendo infinitamente mejor. Así que he guardado silencio hasta terminar de leer Crónica del Pájaro que de Cuerda al Mundo, hasta que he cortado el cordón umbilical invisible que me mantenía unida a una cultura que me resulta tan lejana como atrayente. Y lo he cortado para observar las cosas con distancia. En este mes he aprendido mucho sobre la forma que tienen de ver la vida los japoneses, y creo que el fragmento sobre la gente pato que da comienzo a este post, dice bastante al respecto. Yo, por mi parte, no tengo nada más que decir.