sábado, 12 de febrero de 2011

Añoranza de Salinger



"Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso". En la vida de todos los que leímos El Guardián entre el Centeno cuando éramos adolescentes ha habido un Holden Caufield. Neurótico, atormentado y entrañable, podría considerarle uno de los mejores personajes que ha dado la historia de la literatura. Nos enamorábamos de él sin remisión. Queríamos un Holden a nuestro lado al que poder consolar, redimir, sacar de su pozo de desesperación. Era tan atrayente y diferente al resto de los chicos de 17 años que conocíamos que nos hacía soñar. Hace más o menos un año que falleció J.D. Salinger, su autor y uno de los escritores más enigmáticos y menos prolíficos que se conocen. Tenía 91 años y vivía aislado de la vida pública desde los años sesenta. Dicen que le sobrepasó el éxito de El Guardián, que no quería ser una estrella, que él sólo quería escribir. Las malas lenguas asocian su desaparición del panorama literario al asesinato de John Lenon, ya que su asesino hizo algunas declaraciones que denotaban cierta obsesión con la novela de Salinger. Sea como fuere, dio al mundo, que se sepa, apenas tres novelas (El Guardián, Franny y Zooey y la menos conocida, Levantad Carpinteros la Viga del Tejado) y un puñado de cuentos (Nueve Cuentos), que son, reitero, de lo mejor que se ha escrito nunca.
Durante un tiempo viví con la fijación de encontrar una respuesta al enigma de Jerome David Salinger. Busqué ediciones raras de sus libros que pudieran incluir prólogo del autor, entrevistas que hubiera concedido, una biografía... nada. No encontré nada. Probablemente no me ayudó el hecho de que Internet, lo creáis o no, aún no existía. Lo que sí conseguí fue una biografía escrita por su hija en la que hablaba de la frialdad de Salinger como padre, de sus obsesiones, etc.; y que no le dejaba en demasiado buen lugar. La verdad es que, a día de hoy, prefiero quedarme con el mito y ya he dejado de investigar sobre él. Sólo lamento que no vieran la luz más obras suyas. Sería bonito que, ahora que ha pasado un año de su muerte, apareciese un editor dispuesto a publicar miles de páginas inéditas encontradas en el desván de su casa de New Hampshire. O quizás, no. Os recomiendo este artículo de Elsa Fernández Santos y, por supuesto, que leáis o releáis, como yo, por enésima vez, El Guardián entre el Centeno. Porque, en los tiempos que corren, son necesarios personajes que digan la verdad sin tapujos, como Holden Caufield.