viernes, 12 de noviembre de 2010

Abuelos en el centro comercial


Hace algún tiempo recuerdo que un arquitecto de renombre al que entrevisté me hablaba de cómo en la sociedad de consumo en que vivimos, los centros comerciales han sustituido a las plazas públicas como espacio de encuentro y reunión entre las personas. Siempre pensé que exageraba y que, a pesar de la deshumanización propia de las grandes ciudades, la gente sigue reuniédose en los cafés, los parques y las plazas. Cuál fue mi sorpresa cuando ayer mismo vi a tres abuelos, con boina y garrota en mano, sentados en un banco en mitad del centro comercial Nuevo Centro de Valencia. No estaban comprando ni esperando a un familiar. Estaban "a la fresca", mirando a la gente, de tertulia, pasando la tarde. No daba crédito. Luego lo pensé y le vi toda la lógica: en invierno están calentitos y en verano fresquitos, y encima se alegran la vista mirando a las muchachas jóvenes que suelen frecuentar ese tipo de lugares. Me prometí a mi misma que les haría una foto, así que cuando vuelva por ese centro comercial les fotografiaré y os demostraré que sí, que efectivamente aquel arquitecto tenía razón. Los abuelos han cambiado las plazas públicas de antaño por los centros comerciales.
Y es que estar a la fresca es una de las grandes aficiones de los jubilados, junto con mirar las obras y jugar al tute, distracción que en Valencia se han empeñado en fastidiarles. Por lo visto hace años que el Ayuntamiento prohibió las apuestas con dinero en juegos de mesa en los centros de mayores. Los abuelos están que trinan, dicen que el tute sin apostar céntimos (¡céntimos!) no tiene gracia, que sin estas distracciones la vida para ellos carece de interés.
La noticia ayer era portada de los principales diarios locales. Increíble pero cierto, las apuestas ilegales de los jubilados desbancan de la primera plana al conflicto del Sahara. ¿Vivo o no vivo en una república bananera?

lunes, 8 de noviembre de 2010

La estafa literaria


A veces, sólo a veces, me da por leer best sellers. Es una debilidad propiciada por recomendaciones de amigos, familiares, el Babelia de El País y el programa Página 2 de La2, que me lleva en ocasiones a tragarme interminables bodrios de cuya lectura me arrepiento, casi siempre, a la mitad del libro. Me ocurrió con los tres Laarson (que me leí estoicamente), con La Catedral del Mar, La Sombra del Viento y, más recientemente, con El Juego del Ángel, los dos últimos del laureado Carlos Ruiz Zafón.
Lamentablemente, el día que fui a la biblioteca en busca de El Consuelo, de mi adorada Anna Gavalda, estaba ocupado y sólo pude coger El Juego del Ángel porque no encontré disponible ningún título que me apeteciese. Me movió la cuiriosidad y sus primeras líneas me llenaron de unas expectativas que nunca fueron cumplidas. Y es que el libro empieza bien y, para cualquier escritor y/o periodista, sus palabras son un gancho infalible. Tan infalible como que en los supermercados coloquen los chicles junto a la caja. No puedes evitar coger un paquete. Carlos Ruiz Zafón es un vendedor de humo, y lo digo sin acritud, me alegro de que gracias a sus argucias pueda vivir de la literatura, que no es poco; pero leyendo sus libros me siento estafada. La historia es mala, la prosa es mala y la intención es claramente comercial. Aunque lo más fácil es que te dejes engañar desde el inicio, porque el escenario es atractivo (la Barcelona más sórdida de los años 20) y el personaje principal promete mucho... y se queda en nada. Las descripciones, rimbombantes y repetitivas, consiguen que la novela gane puntos en su venta "al peso". En definitiva, El Juego del Ángel podría ser una estupenda novela policíaca de 200 páginas; sin embargo, es un peñazo de más de 600. Y vuelvo a decir que me alegro de que gracias a escritores como Ruiz Zafón, hay gente que al menos se lee un libro al año y aprende un par de palabras nuevas. Desde aquí le doy la enhorabuena por el éxito de su estafa literaria.

Naif cumple 2 años



Os presento la nueva edición de Naif, la revista para padres contemporáneos de la que soy su orgullosa editora. Cumplimos nuestro segundo aniversario y lo hemos querido celebrar con una revista más extensa y repleta de reportajes, moda, bazares, tendencias… Hemos entrevistado a Najwa Nimri, viajado al Machu Picchu, celebrado fiestas de cumpleaños, entrado en los hogares de cinco familias con estilo, conocido a seis mamás blogueras, profundizado en el mundo de las personas con autismo y sus familias… Viéndola me doy cuenta de que el esfuerzo del último mes (días interminables mirando una pantalla, fines de semana trabajando, noches sin dormir pensando en posibles errores en los textos...) ha merecido la pena. De momento, y hasta que esté distribuida en los puntos de venta a finales de esta semana, podéis echarle un vistazo a algunas de sus páginas aquí.