miércoles, 12 de enero de 2011

El infierno de la obsolescencia

Ranking de marcas de tecnología más y menos verdes (Greenpeace)

Acabo de subir de la compra y he descubierto con gran satisfacción que las bandejas de carne de Consum son de plástico normal y corriente, no como las de Mercadona, que son de poliestireno. Después, he sustituido el bote vacío de gel de ducha y, al darle la vuelta, he visto que llevaba el símbolo de "reciclable", por lo que seguiré comprando Natural Honey porque sus envases se pueden reciclar. Hace años que separo la basura pero, desde hace algunos días, cada vez que tiro algo al cubo correspondiente pienso adónde irá a parar. Y cuando digo cada vez, es cada vez. Si estoy preparando la cena, puedo llegar a pensar adónde van mis residuos una media de entre 3 y 8 veces, lo cual me deja aturdida. Siempre me han preocupado las cosas que van directas al mar, por eso no tiro por el WC nada que no sea lo que se debe tirar por el WC. Ni una colilla, ni un chicle, ni un papel que no sea higiénico, ni aceite usado. ¡Por Dios! ¡aceite usado, jamás! Sin embargo, tras conocer el cortometraje de la activista estadounidense Annie Leonard, The Story of Stuff, mi preocupación comenzó a extenderse a todas y cada una de las cosas que compro o alguna vez he comprado y un día tiraré a la basura. Y cuando creía que mi obsesión con la basura no podría llegar más lejos... vi en Documentos TV de La2 el documental Comprar, tirar, comprar sobre la obsolescencia programada de los objetos. El término me ha devastado por completo: obsolescencia programada. Aún sabiendo que la economía capitalista se basa en un sistema de consumo que sólo tiene sentido si la vida de las cosas es corta; nunca me había parado a pensar en sus consecuencias medioambientales, parece mentira ¡nunca!, hasta hace un par de días. Hasta que descubrí que Ganha es el vertedero mundial de los productos electrónicos de Occidente, donde van a parar todos los teléfonos móviles (sí, esos que cambiamos cada año aunque aún funcionen bien), ordenadores portátiles, radios, mp3, Macbooks pro, Ipods y Nintendos DS que deshechamos en el Primer Mundo. Porque, ¿adónde creíais que iban a parar esas cosas cuando las tirábais a la basura?, ¿eh, eh? No paro de pensar que algún niño africano está en estos momentos extrayendo algún metal del interior de la última Nintendo DS que se le quedó anticuada a mi sobrino en un insalubre vertedero al otro lado del mundo. No puedo parar de pensarlo y va a acabar conmigo.
Esta tarde he ido a las rebajas y no quería comprar nada. Tengo el armario lleno y aún así quiero más, más nuevo, más de moda, más barato, más... La ropa que va a la basura se elimina junto con el resto de residuos orgánicos mediante la incineración, proceso en el cual los tintes artificiales que le dan a tus vaqueros ese azul tan bonito se van a convertir en sustancias tóxicas que van a invadir el aire que respiramos. Es desasosegante. Asfixiante. Os recomiendo fervientemente que visionéis tanto el corto The Story of Stuff, como el documental Comprar, tirar, comprar. Y si queréis un dato que os quitará el sueño, ahí va mi golpe de efecto: uno de los alimentos más tóxicos de la tierra es la leche materna.

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