domingo, 28 de agosto de 2011

El exquisito encanto portugués



Existe una papelería en Lisboa a la que todos los mitómanos de la literatura, escritores en ciernes e intelectuales de distinta índole acuden cuando visitan la capital lusa, en busca de un cuaderno azul portugués como el que utilizaba Sidney Orr en la novela de Paul Auster La Noche del Oráculo. Luis Bordalo, propietario de la tienda en cuestión, situada en el Largo do Calhariz, aprovecha el tirón y en su papelería los cuadernos azules de tapa dura y hojas cosidas a mano han desbancado a las Moleskine, por mucho que éstas fueran la libreta predilecta de Ernest Heminway y a pesar de la extensa variedad de tamaños, colores y utilidades generados por la firma italiana de libretas en los últimos años. En la Papelaria do Calhariz, como se hace llamar el establecimiento, el producto estrella son los cuadernos azules portugueses. Y todo gracias a una leyenda creada en torno al escritor de New Jersey, a raíz de un artículo de La Vanguardia, de quien se dice que visita de vez en cuando la papelería para adquirir estos cuadernos como el protagonista de su novela. Por su parte, el propietario de la tienda asegura que, aunque tiene constancia de que Auster visita Lisboa a menudo, nunca le ha visto en su local. Misterios de la mitomanía. Sin embargo, Bordalo ha encargado a la fábrica de los cuadernos que le hagan una edición exclusiva con cuadrícula, similar al de La Noche del Oráculo, y espera venderlo como churros. En las guías su tienda ya se conoce como El Palacio de Papel, nombre de la papelería que aparece en la novela y que en el imaginario de Auster se encuentra en Brooklyn.

Más allá de Paul Auster, la idea de un cuaderno portugués resulta atractiva. Quienes amamos los libros y las libretas, amamos Portugal. Y no sólo porque la decadencia exquisita de sus ciudades imperiales se derrita en nuestro paladar como chocolate belga; si no también porque de Portugal era Saramago, y Saramago es un dios, y no uno cualquiera. Es uno de los que se asientan en los pisos más altos de la pirámide politeísta que rige la religión literaria que muchos profesamos. Por eso, y porque el portugués suena a gloria, me recorre un escalofrío de placer sólo de pensar que en Lisboa hay una papelería que vende los cuadernos azules de Auster, aunque sea una verdad a medias.

Este verano he pisado Portugal por primera vez, y hablando un poquito de portugués (del de verdad, de escuela, no portuñol). Recorrí Oporto como una niña abriendo los regalos de Reyes, con la boca y los ojos muy abiertos, mirándolo todo, leyendo en voz alta todos los carteles de las fachadas como si acabara de aprender a leer. Tirando fotos a diestro y siniestro para crear una colección de edificios decrépitos y balcones descolgándose que no me canso de mirar. Sólo lamento que fuera festivo, porque ninguna de las incontables e irresistibles librerías que pueblan la ciudad estaba abierta. Me imaginé a mí misma entrando en todas, rozando sus estanterías repletas de libros viejos con la llema de los dedos, como la espalda suave de un amante fiel; hablando con los libreros, degustando su cultura. Oporto merece una visita en invierno, cuando la humedad se instale en mis huesos para sólo abandonarme cuando entre en una de esas librerías y el espíritu de Saramago me caliente el alma. Después, me acercaré a Lisboa a por un cuaderno azul portugués y empezaré a escribir en él.

2 comentarios:

  1. Querida Madame Blanche, estuve en Lisboa el pasado 23 de abril, San Jorge y día del libro. El ambiente era muy similar a la Barcelona de Sant Jordi -de hecho había rosas y banderas catalanas-, pues al parecer ambas ciudades quieren hermanar este día. Sentí no conocer el idioma como para adquirir algún libro, pero palpé el encanto de las librerías portuguesas. Yo también volveré a por un cuaderno azul... Muy bonito.

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