miércoles, 30 de junio de 2010

Chotas y fútbol


Decir que el mundo del fútbol es machista aburre hasta a los elefantes, pero si no lo digo, reviento. ¿Para cuándo una mujer comentarista de fútbol? No, no, no, Sara Carbonero no cuenta. Estar en la banda con un micro, decir cuatro chorradas en medio del partido y entrevistar a los jugadores al final no es ser comentarista de fútbol. Lo que me pregunto es porqué la Carbonero no puede estar arriba, con el pesao del JJ Santos y Camacho, codeándose con esos machotes y discutiendo sobre si el gol anulado era o no fuera de juego. ¿Será que el cromosoma X es incapaz de procesar el significado de un fuera de juego?, ¿será que si sube ahí arriba Sara Carbonero los comentaristas de fútbol se matarían a cachiporrazos por el privilegio de ser el macho alfa que cubra a la hembra de la manada? Y muchos diréis que sí hay periodistas deportivas, claro, claro, que si María Escario, Olga Viza y esa señora que comenta la gimnasia rítmica desde hace más de 30 años... No valen, tampoco son comentaristas de fútbol. En realidad lo que pasa es que la Carbonero está buena, muy buena; tanto que lo único que la diferencia de un florero (veáse la foto de arriba) es que le dan un micro y le permiten hacer sus cuatro comentarios chorras en medio del partido. Y ojo, que no estoy dudando de su inteligencia ni profesionalidad, lo que digo es que le dejen demostrarlo, porque, sinceramente, desde fuera lo que se huele a la distancia es un tufo machista de los gordos, apoyado por medios de comunicación supuestamente tan prestigiosos como The Times... hay que joderse. Ya sé que llego tarde, que lo del times pasó hace semanas... pero es que ayer viendo el partido de España me di cuenta de que nunca, jamás en la vida una mujer cantará un gol por televisión y mucho menos por la radio. Debe de ser por lo del fuera de juego que, confieso, tras años de explicaciones por parte de todos los varones que han pasado por mi vida, creo que sigo sin entender del todo.

lunes, 21 de junio de 2010

Echo de menos mis Martens


Acabo de ver un Saturday Night Live con John Goodman en el que actuaba Faith No More, y me ha asaltado un terrible ataque de nostalgia. El programa en sí databa de 1991 y Goodman pesaba como 50 kilos menos que ahora, y eso que ya estaba gordo. No puedo evitar sentir simpatía por este pedazo de actor, que nunca decepciona, porque le encuentro un enorme y enternecedor parecido con mi padre. Pero no ha sido sólo el John Goodman de la mejor época de Rosseanne, la culpa ha sido de Mike Patton y sus Dr. Martens verde oscuro. Bueno, sus Martens y su corte de pelo, su camisa abierta luciendo una camiseta debajo y la imposible combinación de leggins rojos con bermudas encima de lunares blancos. Indescriptible. La imagen me ha hecho amar de nuevo el grunge, si es que alguna vez lo había dejado de amar. Ver un Saturday Night Live de los noventa sirve para darse cuenta de que nunca, jamás, hemos tenido -ni tendremos- en España un programa de ese calibre, y para recordar que los mejores grupos de rock de entonces actuaron en el show, en vivo, rompiendo guitarras y haciendo ruido del bueno. En fin, ni merece una mención el patético intento de trasladar el formato a España con la troupe buenrollista de Cuatro, esa cadena que todo lo que toca, lo jode. No, señores, no. ¿Un Saturday Night Live a la española? fuck off. Total, que tras deleitarme rememorando recuerdos de adolescencia, he decidido que este invierno me compro unas Martens. Porque son lo mejor para la lluvia, el frío y los conciertos de rock, y porque molan mogollón. Aún me pregunto qué había fumado el día que decidí tirar las mías a la basura, probablemente en alguna mudanza, después de todo lo que habíamos vivido juntas. Eran rosa chicle y me tocaron en un sorteo. Ahora cuestan de 120 euros para arriba, así que más me vale ahorrar... o encargárselas a algún familiar que vaya a Londres, que dicen que allí son más baratas (otro mito de los 90!)

viernes, 18 de junio de 2010

Post Katrina New Orleans


En agosto se cumplen cinco años desde que el huracán Katrina arrasó Nueva Orleans. En España ya casi ni nos acordamos, porque nos queda lejos y porque otros desastres naturales se han sucedido en los últimos años y la agenda setting de los periódicos va condenando al ostracismo lo que ya "no es noticia". Sin Embargo, la zona donde se encuentra Nueva Orleans, el Golfo de México, vuelve a ser noticia por el vertido de BP y nos recuerda que las aguas (nunca mejor dicho) no han terminado de volver a su cauce en la ciudad más grande del estado de Luisiana. Situado entre Florida, Georgia, Alabama y Texas, Luisiana fue primero provincia francesa, después pasó a manos de España, de 1763 a 1801, para ser recuperada por Napoleón, quien decidió venderla a la recién constituida República Nortemaericana.
Cuando el huracán Katrina pasó por Nueva Orleans, provocando las inundaciones que anegaron la ciudad, la población era de aproximadamente 500.000 habitantes. Un año después se había reducido a la mitad, entre evacuaciones y defunciones. Quienes se quedaron y quienes, poco a poco, han ido retornando y reconstruyendo -con sus propias manos- sus hogares, coinciden en que la ciudad no ha vuelto a ser la misma. Algo se ha apagado en la cuna del jazz, el R&B, el Mardi Gras y Louis Amstrong. De esto habla Treme, la nueva serie de David Simon, el creador de la inconmensurable The Wire. Simon era periodista antes de dedicarse a producir series de televisión, y gracias a pertenecer a esa raza especial de observadores de la realidad que son los buenos periodistas, es capaz de retratar como nadie la situación desesperada de las gentes de Nueva Orleans pocos meses después del Katrina. La serie narra, a ritmo de jazz fest, las desventuras de un retablo de personajes directa y profundamente afectados por el huracán. Más allá de Brad Pitt y los eventos benéficos con famosos, David Simon da voz a quienes sufrieron y aún sufren la incompetencia del gobierno norteamericano (la administración Bush y la herencia de Obama), en una crítica genial que nos descubre -a los que no tenemos la suerte de conocerla- una ciudad llena de vida, cultura e historia. Investigando por la red me he encontrado con el blog de alguien llamado Robert X. Fogarty, que escribió una reveladora columna semanal sobre el Nueva Orleans post Katrina, desde 2007 hasta 2009. No sé porqué abandonó el blog, pero le he escrito un mail para descubrirlo. Ya os contaré si me contesta.

lunes, 14 de junio de 2010

El segundo sexo de la Beauvoir


Hace unos días estuve en una boda, acontecimiento que, afortunadamente para mi bolsillo y mi salud mental no se repite más de una vez al año. La ceremonia fue civil, pero sencilla y breve. Menos mal, porque hoy en día las bodas civiles se alargan más que la Misa del Gallo. Desde que está de moda celebrar la unión en el mismo lugar que el banquete, la gente se toma muy en serio el derecho a la libertad de expresión e invitan a subir al estrado a todos los amigos y familiares que tienen algo que decir - y a los que no, también - sobre la encantadora pareja de novios. Así, nos encontramos con padres orgullosos que empiezan su discurso con el nacimiento de su hijo (hace lo menos 33 años) y lo acaban ya en la barra libre; con amigas íntimas que revelan un secreto tan terrible sobre la novia como que vomitó en un autobús en su primera borrachera; o hermanos obligados por sus padres a salir a hablar ("¿cómo no vas a tener nada que decir en la boda de la niña?"), que se plantan delante de los 200 invitados para balbucear que nunca se han llevado bien con su hermana - pues claro, como todo el mundo -. En fin, que en las bodas de hoy en día aportan su granito de arena a la eternidad de la ceremonia hasta los jueces de paz, muy aficionados a las citas literarias. "No llores por que no salga el sol; las lágrimas no te dejarán ver las estrellas", y cosas por el estilo adornan cualquier boda civil que se precie, sustituyendo en cierta forma al versículo quinto párrafo primero del libro segundo... de una boda católica. Sin embargo, Rabindranath Tagore no es el problema. El problema es ser fan de las citas literarias sin tener ni puñetera idea de quién las escribió. El juez de paz de mi última boda como invitada se llevó la palma cuando, al acabar la ceremonia, ni corto ni perezoso dijo solemnemente:"y ahora quiero citar una frase del escritor francés Simone de Beauvoir (...)" Glups! ¿Alguien podría explicarle a ese hombre que Simone en Francia es nombre de mujer, y que la Beauvoir era una estupenda filósofa, novelista y ensayista que, para más inri, está considerada la madre del Feminismo? Glups! Lo peor es que miré a mi alrededor presa del estupor para comprobar que... ¡nadie se había dado cuenta! Como afirma apesadumbrada una señora en el programa de TV3 APM: "madre mía, cómo está la vida..."

viernes, 11 de junio de 2010

La miseria te espera en cualquier esquina


Son las cuatro de la tarde en una calle cualquiera de un barrio de clase media de Madrid. La calzada está ocupada por varias filas de coches, monovolúmenes en su mayoría, de los que salen mamás, también en su mayoría, con carritos de bebé y bolsas con la merienda para sus retoños. Es la hora de salida de la guardería. En la misma calle y a la misma hora, un edificio maltratado por el abandono y el tiempo, en cuya puerta puede leerse una placa que dice "Colegio Hispania", bulle de actividad en su interior. Está okupado por varias (no podemos adivinar cuántas) familias rumanas de etnia gitana. De repente la puerta metálica verde que veis en la imagen se abre, permitiendo atisbar el interior. Chatarra. Son chatarreros. Un niño de unos 7 años se asoma a la puerta y se queda inmóvil mirando fijamente, con una mezcla de envidia y curiosidad, a los niños que salen de la guardería luciendo ropa limpia y mochilas con llamativos dibujos, comiendo chuches y bebiendo esos yogures para beber tan monos que hay ahora. Los niños y las mamás se meten en sus coches para volver a casa, donde les esperan dibujos animados en pantallas de plasma de 42 pulgadas. Los coches brillan, son grandes y están asegurados a todo riesgo. Quizás el niño piense que, por nada del mundo, querría jugar con esos niños. Puede ser que su mamá le diga cada día que no se acerque a ellos, como seguramente harán las mamás de los coches brillantes con sus pequeños. Conclusión: la miseria está por todas partes y algunas de las peores cosas que genera son la desconfianza y el resentimiento.