
Hace algún tiempo recuerdo que un arquitecto de renombre al que entrevisté me hablaba de cómo en la sociedad de consumo en que vivimos, los centros comerciales han sustituido a las plazas públicas como espacio de encuentro y reunión entre las personas. Siempre pensé que exageraba y que, a pesar de la deshumanización propia de las grandes ciudades, la gente sigue reuniédose en los cafés, los parques y las plazas. Cuál fue mi sorpresa cuando ayer mismo vi a tres abuelos, con boina y garrota en mano, sentados en un banco en mitad del centro comercial Nuevo Centro de Valencia. No estaban comprando ni esperando a un familiar. Estaban "a la fresca", mirando a la gente, de tertulia, pasando la tarde. No daba crédito. Luego lo pensé y le vi toda la lógica: en invierno están calentitos y en verano fresquitos, y encima se alegran la vista mirando a las muchachas jóvenes que suelen frecuentar ese tipo de lugares. Me prometí a mi misma que les haría una foto, así que cuando vuelva por ese centro comercial les fotografiaré y os demostraré que sí, que efectivamente aquel arquitecto tenía razón. Los abuelos han cambiado las plazas públicas de antaño por los centros comerciales.
Y es que estar a la fresca es una de las grandes aficiones de los jubilados, junto con mirar las obras y jugar al tute, distracción que en Valencia se han empeñado en fastidiarles. Por lo visto hace años que el Ayuntamiento prohibió las apuestas con dinero en juegos de mesa en los centros de mayores. Los abuelos están que trinan, dicen que el tute sin apostar céntimos (¡céntimos!) no tiene gracia, que sin estas distracciones la vida para ellos carece de interés.
La noticia ayer era portada de los principales diarios locales. Increíble pero cierto, las apuestas ilegales de los jubilados desbancan de la primera plana al conflicto del Sahara. ¿Vivo o no vivo en una república bananera?