martes, 14 de junio de 2011

Yo también me bajo en Atocha


El verano ha llegado a Madrid. Sin avisar, de pronto, una mañana el aire olía diferente y el suelo se había convertido en una parrilla como aquella donde quemaron a San Lorenzo, el de El Escorial. Y los madrileñitos se lanzaron a la calle como si no hubiera un mañana. A vivir la noche, a refrescar sus almas entumecidas después del sempiterno invierno de la meseta. Las chicas empezaron a lucir palmito o quizás, como dice un amigo mío, llegó de nuevo el OVNI que cada año se lleva de golpe a todas las feas. Los chicos tampoco se quedaron atrás con sus pantaloncitos cortos y sus piernas depiladas llenas de tatuajes, que en Madrid la moda no perdona y para exhibirse como Dios manda en las terrazas, hay que ser cool. Como siempre, acertó el refrán y el verano entró en Madrid exactamente a 41 de mayo. Justo a tiempo de pillarme allí para que nunca olvide cuál es el mejor lugar del mundo para pasear de noche.

Con su asfalto ardiendo, sus cañas al sol, sus terrazas de Argumosa, sus cuestas infernales, sus yonkis de Embajadores, sus aceras pegajosas, sus balcones inclinados, sus putas de Estrella, su edificio de telefónica, sus tejados impasibles. "(...) A mitad de camino entre el cielo y el infierno. Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid."

Bienvenido verano madrileño, ¡cuánto te echábamos de menos!